Nuestros abuelos y padres siempre nos han refregado en la cara que las mentiras siempre tienen patas cortas. Los expertos, por su lado, hurgan entre las mentiras narcisistas y las perversas, ambas practicadas de modo consciente que deshumanizan el objeto y destruyen la percepción de alteridad. El mentiroso exhibe un sentimiento de inexistencia que lo sustituye por una fachada de excitación perversa y sádica, asegura Cassorla Roosevelt en un estudio publicado el 2018 en Brasil. 

Si eso ocurre en el plano personal, fíjense en los estragos éticos y hasta económicos cuando se sueltan mentiras desde la prensa, avalada por los propietarios de los conglomerados mediáticos.

¿Se acuerdan de la avalancha de denuncias sobre fraude en las últimas elecciones presidenciales del 2021? ¿Cuánta minutos y tinta de mentiras corrieron por semanas en el Perú a través de la radio, televisión y cierta prensa, cuestionando los resultados electorales? Hasta una delegación de parlamentarios viajó hasta la sede de la OEA en Washington para presionar a dicho organismo a sumarse al coro del supuesto fraude electoral. 

Bueno, la reciente confirmación del pago de cerca de 800 millones de dólares que tuvo que desembolsar la ultraderechista cadena de TV Fox New de Estados Unidos para no verse envuelta en uno de los mayores juicios por difamación por propalar mentiras sobre fraude durante las elecciones presidenciales del 2017 que llevaron al poder a Donald Trump, es la más dura lección para el periodismo global. 

Bien lo ha graficado el caricaturista peruano Carlín: mientras las mentiras propaladas por la prensa en Estados Unidos son duramente penalizadas por una corte de justicia independiente, en el Perú, falsedades de esta magnitud y de horribles proporciones para una democracia blandengue, no cuesta ni un centavo a los perpetradores. 

Esa es la gran paradoja en este país capturado por unas élites que se irrogan la propiedad de sus vidas y la forma de conducirse de los ciudadanos. 

Sabido es, como apuntan Verónica Ayala y Enrique Patriau, en un estudio sobre la cobertura mediática a los candidatos presidenciales en los comicios del 2021 en Perú, que los actores más importantes durante las campañas electorales son de hecho los medios de comunicación, utilizados por los partidos y candidatos como vehículos para la difusión de planes e ideas (pero también de mentiras). 

Lo que ha pasado con Fox, empresa del multimillonario Rupert Murdoch, denunciada por la corporación Dominion Voting System, una de las empresas a cargo de la gestión del voto electrónico, ha impactado en la credibilidad- aparte de sus finanzas- del periodismo en general. Y están comprometidos periodistas y propietario. 

Los magnates de los medios tienen todo el derecho a preferir a tal o cual candidato, pero a lo que no tienen derecho es al sesgo, parcialización o engañifa de los hechos revistiéndolos de “verdad”. En EE.UU., esa osadía se paga y bien. En el Perú se premia o, simplemente, se olvida.