La Universidad es una institución que ha enfrentado a lo largo de su historia una serie de retos, desafíos en contextos de profunda transformación y -qué duda cabe- de incertidumbre, prueba de ello es la pandemia por el COVID 19 que a todos nos tocó vivir. Es innegable también que los cambios sociales influyen en la esencia de la Universidad. Muchos autores se refieren a modelos universitarios tradicionales, históricos que han orientado su destino como el modelo francés de carácter profesionalizante, el modelo alemán orientado hacia la investigación y el anglosajón (liberal), el modelo de segunda generación (norteamericano) y el latinoamericano con clara influencia española dirigido a que la Universidad encuentre ese rasgo propio que la caracterice y diferencie. Las Universidades que descubrieron inicialmente fueron la Universidad de Bolonia y la Universidad de París, entre otras, cuyo origen se remonta al siglo XII. Ambas fueron el modelo a seguir en esa etapa histórica. A partir de ese siglo y el XIII aparecieron numerosas universidades como Oxford, Salamanca y muchas otras. La Edad Media y la Moderna también se caracterizaron por el surgimiento de instituciones universitarias.

Es menester destacar que, a finales del siglo XIX, el modelo cambió influenciado por el modelo napoleónico. En el año 1918, el famoso Movimiento de Córdoba en Argentina, impulsó la reforma para democratizar las universidades.

El signo de los tiempos exige que las universidades sean inclusivas con tendencia a comprender a una mayor diversidad de estudiantes. El avance tecnológico desarrollado durante la pandemia influye notablemente en la integración de habilidades, competencias y herramientas digitales en los ámbitos de enseñanza-aprendizaje, investigación y gestión para adaptarse a la nueva sociedad. Es necesario destacar por ejemplo, el Programa Erasmus que se inició en el año 1987, considerado como el antecedente más importante de la Reforma de Bolonia que se distinguió por establecer un modelo para la movilidad estudiantil y la homologación de titulaciones además de reconocer estudios e investigación a nivel europeo. Por otro lado, un 29 de junio del año 1999 la Declaración de Bolonia suscrita por 29 Estados europeos inició el proceso para la creación del llamado Espacio Europeo de Educación Superior conocido como EEES dirigido a la homologación de las titulaciones, mejora de la movilidad, de la empleabilidad y obviamente hacia una renovación de la metodología docente. La sustentación en principios de calidad, movilidad, diversidad y competitividad generó un cambio fundamental en el sistema universitario europeo, con el objetivo de crear un espacio educativo homogéneo. Deseo destacar también el Espacio Iberoamericano del Conocimiento (EIC) que busca la consolidación de esfuerzos como el Programa Pablo Neruda para movilidad estudiantil y tantos otros para fortalecer la cooperación en educación superior y el desarrollo tecnológico.

Estos esfuerzos intentan responder las cada vez mayores exigencias del mercado laboral, facilitando siempre la movilidad, la cooperación internacional en aras de la mejora continua. En ese contexto, el aseguramiento de la cultura de la calidad en los tiempos que corren es una verdadera exigencia para las Universidades. Si bien es cierto ha evolucionado, se ha transformado, también es cierto que se ha integrado en el ADN del sistema de educación superior donde su implementación va dirigida a la mejora permanente en la calidad docente e investigadora, con una responsabilidad social de impacto y el logro de una gobernanza que conlleve a la calidad de los servicios ofrecidos a pesar de los desafíos permanentes.