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Por: Redacción La Industria
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Publicada el 18/02/2025 - 02:51 PM
[Opinión] Un gesto bochornoso que nos invita a reflexionar, por Franco Aguilar Collantes
En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo diversas administraciones municipales y gestiones gubernamentales se han visto marcadas por retos persistentes que afectan la integridad y la ética en el ejercicio de la función pública.
En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo diversas administraciones municipales y gestiones gubernamentales se han visto marcadas por retos persistentes que afectan la integridad y la ética en el ejercicio de la función pública. Los casos de corrupción, el mal manejo de los recursos públicos y las malas prácticas en la gestión son una constante que socavan la confianza de la ciudadanía en sus autoridades. En este contexto, no es de extrañar que la idoneidad de quienes ocupan cargos públicos esté cada vez más cuestionada, y la reciente polémica protagonizada por el alcalde de Trujillo, Mario Reyna, no hace más que evidenciar la fragilidad de la imagen institucional de nuestras autoridades.
Reyna asumió el cargo tras la suspensión y posterior vacancia de César Arturo Fernández Bazán, quien fue destituido por una condena en segunda instancia por un delito doloso. El destino de uno se convirtió en el camino de otro, y desde ese momento, la mirada de la ciudadanía sobre el alcalde ha sido crítica. Sin embargo, fue un incidente ocurrido recientemente lo que realmente ha puesto al burgomaestre de Trujillo en el ojo de la tormenta.
Durante la celebración del Primer Festival Nacional de Marinera MPT 2025, realizada en el Estadio Chan Chan, se viralizó un video en el que Mario Reyna protagoniza un bochornoso beso con un animador de orquesta conocido como el "Gato" Bazán, integrante de una agrupación formada por exintegrantes de Armonía 10. En un principio, muchos consideraron el acto como algo espontáneo y sin mayor trascendencia. No obstante, rápidamente se convirtió en un tema de debate público, ya que el gesto suscitó interrogantes sobre el respeto que debe caracterizar a las autoridades en espacios públicos y sobre la conducta que deben mantener a aquellos encargados de la gestión pública.
Lo cierto es que este tipo de situaciones no son solo anécdotas aisladas; son un reflejo de la falta de seriedad y compromiso con el cargo. Un alcalde no es simplemente una figura que se limita a ocupar un cargo público, sino que representa la misma institución, la imagen pública de la Municipalidad Provincial de Trujillo. Ser un buen funcionario requiere mucho más que competencia administrativa: exige una conducta intachable, tanto dentro como fuera del despacho. La moral y la ética no deben ser una máscara que se pone en momentos formales, sino un principio que guía el accionar de los líderes públicos en todo momento.
Sin embargo, lo que realmente genera inquietud son la especulación y las opiniones divididas que han surgido tras este incidente. Mario Reyna ha afirmado en reiteradas ocasiones que no tiene intenciones de postularse en las elecciones generales de 2026 y que no sería el candidato de Alianza para el Progreso (APP). No obstante, dentro de su propia agrupación política, algunos dirigentes lo ven como una figura con suficiente experiencia en la administración pública para seguir ejerciendo un cargo político de alto nivel. La pregunta que surge es: ¿Acaso el festival de la Marinera, un evento cultural que debería celebrar nuestra identidad, se utilizó como un escenario para lanzar un mensaje político? ¿Por qué el nombre del alcalde apareció en piezas de merchandising del evento y su imagen fue proyectada en pantalla gigante?
Este tipo de situaciones no solo son una falta de respeto hacia la ciudadanía, sino también un posible abuso de la función pública para fines personales y partidistas. Un evento que debía ser una fiesta de la cultura se convirtió en una plataforma de promoción política para un alcalde que, por más que lo nigue, parece estar jugando con los tiempos electorales. Es importante recordar que el tesoro público de nuestra ciudad no debe ser utilizado como herramienta para posibles intereses personales.
Este "gesto vergonzoso", más allá de la vergüenza ajena que pueda generar, debe invitarnos a reflexionar sobre a quién estamos brindando nuestra confianza. ¿Estamos eligiendo a autoridades que entienden el peso de su responsabilidad, o estamos permitiendo que el uso indebido de la imagen pública se convierta en una estrategia política para obtener réditos en el futuro? La reflexión es urgente, pues está en juego el futuro del país y, sobre todo, el de Trujillo, y, por supuesto, la confianza en quienes nos representan.
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