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Por: Redacción La Industria

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Publicada el 15/08/2020 - 11:31 AM

[Opinión] Todo tiempo pasado fue mejor, por Cecilia de Orbegoso


No pude evitar pensar en algo aún más preocupante: la facilidad en las que estas cedieron tan rápidamente su reino ¿en qué momento tanta diosa se dejó conquistar?

Más de una década atrás, inmediatamente después de navidad, mi familia y yo nos preparábamos para un viaje, que en esos momentos era bastante atrevido. La menor de mis hermanas, fascinada con tanta historia de dioses y faraones, había decidido que quería conocer Egipto. Así que nos enrumbamos, en ese entonces los cinco, en un viaje conmemorativo, pero al mismo tiempo  bastante desconocido: una travesía por las rutas del Nilo.  

Antes de partir, mi mamá había puesto un par de reglas claras. La primera: para evitar logísticas innecesarias, la cuota de equipaje era de solo un carry on por persona. y la segunda: por razones estéticas dentro de estos solo podía haber piezas de ropa beige, negras y blancas. Esta última regla (motivada principalmente por su gran pasión: la fotografía) era una mezcla entre vanidad y composición. Por algo se dice que guerra avisada no mata gente, tras la clarísima indicación de  “la que se pone algo color verde loro no sale en mi foto”, ninguna consideró ni por un segundo la posibilidad de ponerla a prueba. 

Muchas horas de vuelo después, ya en el aeropuerto del Cairo, nos recibió “amigo”, que era como le decíamos a Mohamed, nuestro guía durante todo el viaje. Él, mientras tanto, se refería cariñosamente a nosotros como “familia”. 

En el largo trayecto del aeropuerto al hotel, mientras nos daba detalles sobre la cultura, religión y tradiciones, así como los "qué hacer" y los "qué nunca jamás hacer"; él, orgulloso, nos enseñaba las fotos de su reciente matrimonio. Mi papá, curioso de las costumbres de una cultura tan ajena, le preguntó por el proceso de divorcio, para el cual el guía le contestó, “es un proceso sencillo, tengo que mirar a mi esposa a la cara y repetir tres veces -te repudio, te repudio, te repudio”. Y colorín colorado, esta alianza ha terminado. Nosotros, escépticos, escuchábamos su explicación, mientras él sonreía y aclaraba que era solo su primera esposa, y que podía tener cuatro, siempre y cuando tuviese los medios para mantenerlas a todas por igual. Ninguna con más, ninguna con menos. Mi papá no tardó en iniciar el cálculo de los balances de ese tipo de sociedad conyugal, quedando completamente convencido, en términos comparativos, de que era mucho más rentable el método occidental. 

A penas empezado el viaje y ya se iba sintiendo cada vez más el choque cultural. Tuvimos la clásica visita a las pirámides, en donde fuimos testigos de un escandaloso pleito protagonizado por una turista alemana, la cual quería una foto montada en un camello. Ella, incauta, preguntó cuánto costaba subirse, y al escuchar el precio pensó que era una ganga. Sin embargo, una vez tomada la foto, no había presupuestado que, una vez arriba, bajar del animal tenía una tarifa bastante más costosa.

Al día siguiente, mientras paseábamos por la ciudad, mi hermana Alejandra, quien de las tres hermanas es la cual tiene más pechonalidad, era el objeto de fascinación y alboroto en las calles. Mi papá recibió jugosas propuestas, en las que le ofrecían cientos de dromedarios a cambio de su hija. Y lo más gracioso de la situación fue la seriedad con la que se apresuró a valorar las propuestas, a ver si el intercambio convenía. 

Por otro lado, esa misma tarde, mi ego se vio bastante magullado. Durante una visita a una imponente Mezquita, y dado que ella era el máximo objeto de tentación, los guardias rápidamente le exigieron a Alejandra que se cubra completamente, mientras que, al mirarme a mí, ni se inmutaron. En el mundo árabe yo no despertaba ningún tipo de pasión. Definitivamente esa no era mi ciudad, lejos estaba yo de ser objeto de deseo y por ello mirarme no implicaba ningún riesgo de pecado ni ninguna falta de respeto.  

Al día siguiente muy temprano, ya en Luxor, nos embarcamos en el "Mojito", un bote que sería nuestra casa por los siguientes diez días. La siguiente semana, literalmente, vimos un templo nuevo en cada puerto, y mis hermanas, habiendo crecido con películas como la Momia y algún remake de Indiana Jones, estaban fascinadas. Yo por otro lado, fiel a Elizabeth Taylor (quien interpretando a Cleopatra logró uno de sus roles más emblemáticos), estaba más interesada en las grandes mujeres detrás de tan majestuosos monumentos.

Una tarde, en el templo de Hatshepsut, un impresionante recinto construido, nada más y nada menos que por una mujer reinante a la cual dicho monumento le debe el nombre, vi como un grupo de diez hombres, genéticamente descendientes de los tan increíbles ingenieros, calculistas y arquitectos que construyeron ese imperio, no podían empujar coordinadamente un simple carrete de cable eléctrico. Mientras observaba este suceso y a la vez escuchaba a mi papá, quien se encontraba tanto pasmado como extremadamente ofendido por lo que estaba viendo, murmurar “ahora sí ya no me engañan. Esto es obra de marcianos”, no pude evitar pensar ¿a qué se debe esta brecha genética? alguien explíqueme por favor, ¿cómo sus antepasados pudieron haber construido semejante imperio? 

Así que, con la curiosidad latente, le pregunté a "amigo" mientras me ayudaba a comprar una shisha que nunca aprendí a prender, sobre el rol que había tenido la mujer en el antiguo Egipto. Me contó que además de haber tenido poder de decisión y acceso a profesión, la plenitud de ese mundo del que yo era testigo cientos de años después a través de sus ruinas se caracterizaba en su historia por faraonas y mujeres como personajes de máxima importancia.  Hoy, sin embargo, en la "modernidad", la tortilla estaba completamente volteada, ya que yo tenía frente a mí una gran pasividad, coincidentemente en una sociedad marcada por una mujer tapada, sin presencia y completamente marginada. Me pregunto yo, ¿será que por minimizarlas dicha sociedad ha perdido competitividad? Al ver semejante eslabón perdido en temas de protagonismo, no pude evitar pensar en algo aún más preocupante: la facilidad en las que estas cedieron tan rápidamente su reino ¿en qué momento tanta diosa se dejó conquistar? 


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