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Juan Vásquez Sánchez es catedrático de la UNT y periodista.

Por: Redacción La Industria

TRUJILLO

Publicada el 17/12/2021 - 04:21 PM

[OPINIÓN] Lecciones de Mani puliti, por Juan Vásquez


Poco duró nuestra decencia democrática a partir de Paniagua y, el 2013, en Brasil, estalló el escándalo Lava Jato parecido al entramado mafioso del tangentópolis de Italia.

Febrero 17 de 1992: un grupo de jueces liderado por Antonio Di Prieto inició la mayor cruzada anticorrupción que remeció los cimientos de la sociedad italiana. Esta campaña desde la judicatura fue conocida como Mani Puliti o Manos Limpias. Pero, la nueva forma de corrupción sociopolítica se había incubado desde los 80. Recibió el mote de tangentópolis, un círculo de relaciones económicas según el cual los políticos recibían importantes pagos (tangenti) a cambio de proporcionar obras y contratos del Estado. Ignorando el drama italiano, en el Perú de 1990, Fujimori y Montesinos armaron un Estado corrupto coincidente con el de la península europea. Poco duró nuestra decencia democrática a partir de Paniagua y, el 2013, en Brasil, estalló el escándalo Lava Jato parecido al entramado mafioso del tangentópolis de Italia. El escándalo manchó en el Perú a tres gobiernos democráticos, pero, Fujimori ya nos había enviado mucho antes al abismo de la ignominia. Eso impactó, por supuesto, en el sistema educativo del país. En las universidades se instaló un apoliticismo ramplón incubado en la privatización del servicio educativo. Y, como en Italia y Brasil, en el Perú, la crisis social, política y económica, incluido la de los partidos políticos repercutió también en los claustros universitarios. Escasearon las luminarias humanísticas y científicas, los grandes líderes estudiantiles y de docentes. La Universidad Nacional de Trujillo, en ese túnel del tiempo, fue perdiendo la grandeza de Sánchez Carrión, su fundador. Nunca más prohijó otro vate como César Vallejo, o un Ciro Alegría, un sabio filósofo y político como Antenor Orrego o un Haya de la Torre. Tampoco un Francisco Xandoval o un Abundio Sagástegui y, menos, un nuevo Rafael Narváez. A pesar de su historia y prestigio, del que casi todos se cuelgan, la crisis moral y profunda tuvo su pico más alto el año 2004 y fue el disparador para la movilización estudiantil y toma de la Ciudad Universitaria por casi 90 días. El listado de negros episodios y también de personajes que pocos quieren recordar, fue ignorado por las sucesivas gestiones rectorales manteniendo así el statu quo. Confundieron el liderazgo de la Academia con sus apetencias personales o politiqueras. Así, la institucionalidad comenzó a perder brillo instalándose una cultura e identidad muy frágil y la presencia de argollas de poder altamente angurrientas. La endogamia universitaria; es decir, haber permitido el arraigo de clanes familiares en docentes y administrativos, han socavado la estructura organizacional, empobreciendo así la calidad en el servicio educativo. Este escenario fue el motivador para que el año 2007 un colectivo de docentes de la Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación, cansados de la crisis e inspirados en la cruzada de Mani Puliti, iniciara una lucha por adecentar las prácticas universitarias en todo nivel.  Al cabo de 14 años parece que la operación limpieza aún sigue en pie. ¿Llegaremos al 2024, el año del Bicentenario de la UNT, con el alma en vilo?



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