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Cecilia de Orbegoso es trujillana y radica en Londres.
Por: Redacción La Industria
PLAN B
Publicada el 06/12/2021 - 01:27 PM
[FÁBULAS URBANAS] ¿Es la edad una ilusión?, por Cecilia de Orbegoso
Dado que de todos los géneros literarios el chisme era nuestro favorito, sin tanto rodeo fuimos directamente al grano: la recapitulación de sus recientes hazañas en el campo del amor.
Ya que me había decidido a pasar el verano con mi hermana Fortunata en Madrid, aproveché para hacer un catch up con dos de mis mejores amigas, Máxima y Victoria, que se encontraban estudiando en el IE una maestría juntas. No hace falta mencionar el poco tiempo que pasó antes de que el calor ardiente, sumado a las ganas de aventura y parranda, llevaran a esta infame manada compuesta por 3 leonas bien emperifolladas a enrumbarse, en búsqueda de unas copas, a la puerta de Alcalá, a un bar apropiadamente llamado “La puerta de los Leones”.
Dado que de todos los géneros literarios el chisme era nuestro favorito, sin tanto rodeo fuimos directamente al grano: la recapitulación de sus recientes hazañas en el campo del amor. Y es que, efectivamente, no puedo negar que estas dos amigas han sido y continúan siendo protagonistas de los éxitos mas taquilleros de mis imaginaciones locas, los cuales seguirán presentándose gratuitamente en mi cabeza durante las próximas décadas: una mezcla de relaciones complejas, repletas de risas y desamores, cada una más estrafalaria que la anterior y, mas veces que no, culminada por un final tan inesperado que uno no sabe si aplaudir su brillante interpretación o demandar un siguiente acto.
Ya habían pasado un par de horas y más de una ronda cuando, súbitamente, Victoria anunció: “Bueno, en términos de amor el 2020 ha sido, efectivamente, el año de la rata. Pero este 2021 se perfila de lo más prometedor". Ya llevaba varias semanas intercambiando mensajes y likes con un italiano que conoció en Hinge (un dating App) y se encontraba, tanto virtual como realmente, enganchada.
“No sé que es, pero algo tiene que, por lo menos por mensajes, hizo que me cayera muy bien, y podría decir lo mismo para su versión en 3D. Pero les voy a revelar un secreto: ¡el galán en cuestión tiene veintitrés!”. “¿Años de vida artística?” le pregunté. “No, veintitrés años de edad”. “Ay, mira tú Victoria. por un pelo esto es ilegal” le contestaba yo de lo más jocosa.
“Fue de lo más educado, amable y divertido. No descartaría tener un breve romance, la química fue bastante intensa. Además, no hay forma de ponerle precio a todo lo que me he reído”. nos decía Victoria.
El muchacho, sin embargo, y a pesar de haberse mostrado de lo más encantador, no podía evitar demostrar un grado de madurez que iba perfectamente acorde con su corta edad: había decidido posponer por un par de años la universidad y, durante ese período, se entretenía dibujando sus propios comics, ya que tenía alter ego de súper héroe y, para rematar la imagen, su método de transporte urbano preferido era ni mas ni menos que un skate.
“Sigo intrigada, ¿cómo así accediste a salir con alguien de esa edad?” Le insistía yo, “No sé qué me pasó, pero de repente me sentí tentada a quedar con este “Superboy”. Incluso yo, con lo heroína que soy, fui incapaz de resistirme. Total ¿Cuál es el pecado en tratar de recordar una época más simple, pasar el rato y, si es posible, revivir aquellas anécdotas de cuando recién teníamos veinte años?”
Honestamente, debo aceptar que, por mas que lo intenté, no pude encontrar ninguna falla en su lógica, si bien este hecho no hacia la noticia nada mas fácil de asimilar. Pensando que ya había escuchado la mas grande revelación de la noche, volqué la mirada hacia Máxima, quien había estado relativamente callada y le dije “Máxima, te veo de lo más reservada, seguro debes tener una opinión al respecto.”
A lo que ella contestó, “ mas que una opinión tengo una confesión, y es que yo también he conocido a alguien que me gusta de verdad”. “Bueno, no te hagas de rogar y cuéntanos de una vez” exigía yo. Acto seguido Máxima procedió con lo que solo puede ser calificado como la más pura y platónica descripción del hombre ideal. Eso, o un don latente de poetiza que decidió revelarse en ese preciso momento, pues debo aceptar que el entusiasmo con el que Máxima describía a su galán era tal que me hacía imaginarme a este muchacho a través de sus ojos.
"Siento que con él no tengo que presionar nada, no hay espacio para la ansiedad. Es más, el universo me da las respuestas. Me siento muy afortunada". No me da vergüenza aceptar que a esas alturas de la conversación mi rubor inicial se había transformado en una gama de verde que, al buscar en el sistema Pantone, podía encontrarse clasificada bajo el matiz de “sana envidia”.
Se habían conocido a través de una amiga en común, la cual, convencida de que eran perfectos el uno para el otro, le había insistido incansablemente a cada uno para que conozca al otro. La conexión fue inmediata, tras lo cual no vacilaron en pasar 4 días de ensueño caminando por las calles parisinas y, de noche, pasaban las horas sumidos en esas absorbentes conversaciones en las que, inexplicablemente, uno logra cobijar bajo una misma luna los enigmas más fascinantes de la humanidad con las cuestiones más banales de nuestra existencia.
A estas alturas de la noche tanto Victoria como yo nos encontrábamos absolutamente absortas en la historia. Al aprovechar una pausa en el relato, le pregunté a Máxima “¡Qué maravilla! ahora cuéntame ¿cómo se llama, a qué se dedica y cuántos años tiene?” después de una silenciosa pausa, Máxima nos preguntó “¿Cuál es su límite de edad con los hombres?”
“¿Cincuenta?” Respondió
Debo admitir que hizo falta que escuchara un tajante “tu silencio huele a discriminación por edad” para darme cuenta de que, efectivamente, esa última revelación me había dejado muda. Pero, a diferencia de lo que Máxima creía, yo acababa de caer en la cuenta de una verdad sobrecogedora: la historia que ella estaba contando era, sin lugar a dudas, el sueño de cualquier mujer, con la diferencia que ella, de alguna manera, había logrado continuarlo despierta. "El placer de la compañía fue lo suficientemente grande como para sobreponer las posibles criticas que pueda conllevar” decía Máxima de manera tenaz.
Terminada la noche, me despedí de mis amigas y me dirigí caminando un par de cuadras por la calle Serrano camino a la casa, mientras en mi mente seguía dandole vueltas a las historias de mis amigas, ambas enfrentadas a situaciones de lo más inusuales pero debido a situaciones totalmente distintas.
En el caso de Victoria, si bien aplaudo la convicción de mi amiga, no pude evitar preocuparme por los motivos detrás de esta decisión. ¿Será que realmente considera la edad como una ilusión? ¿O es esta acaso la respuesta frente a un inminente y cercano periodo de transformación? ¿De qué quería escapar Victoria al revivir ciertos periodos de su adolescencia?Y es que ya habían pasado un par de años desde que, con un sinsabor, recibíamos su cumpleaños número 30, sin darnos siquiera cuenta en ese entonces de la rapidez con la que la adultez y todas las responsabilidades que esta implica habían tocado su puerta.
Tuvieron que pasar varias cuadras para caer en cuenta de que mi análisis de expectativas y responsabilidades había dejado de lado una variable crucial en su cálculo: la felicidad. Súbitamente la criticas y prejuicios que se habían formado en mi mente perdieron gran parte de su valor.
Ya me encontraba casi en la esquina con Ortega y Gasset cuando mi cabeza empezó a procesar la situación de Máxima. Francamente, si esta relación se llegara a lograr sería un puro mito de leyendas urbanas, de esos que una ve en películas pero no llega a creer verdaderamente que puedan ser verdad: la dulce muchacha que, gracias al hada madrina que los presentó y guiada por su corazón, se decidió a ignorar los juicios y miradas sediciosas de la gente, logrando así el nada despreciable galardón de vivir feliz por siempre. O bueno, de 15 a 20 años, como máximo.
Pensando en ambas, me di cuenta de lo valientes que habían sido sus decisiones ya que para ellas no valía la pena arriesgar metros y metros de felicidad solo para ahorrarse ese ligero matiz de critica que, si bien no podrá evitar formar parte de la gama final del proyecto, difícilmente sería percibido en su maravilloso diseño final.
Ni bien llegada a mi destino una cosa si tenía bastante clara: en las ecuaciones de mis amigas, la variable edad, cada día perdía más significancia estadística. Total, la vida se hace siempre de momentos, unidos caótica y fascinantemente en un rompecabezas que no pareciera tener sentido hasta que un día, al final de tu tiempo, volteas la cabeza y te das con la sorpresa de que todo este conjunto de decisiones, actos y abstenciones se entretejen hasta formar un fascinante patrón cuyo único objetivo es el de ser recordado con cariño y sin arrepentimiento, puesto que, no importa cuánto deseemos cambiar un solo hilo del ensamblaje, sabemos muy en el fondo que no se nos permitirá volver atrás.
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