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Por: Redacción La Industria

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Publicada el 28/08/2021 - 11:54 AM

[Opinión] La escopeta de dos cañones, por Juan Vásquez


Hay en todo esto un falsete comportamiento político e ideológico al que hemos asistido en las últimas semanas discutiendo como nunca sobre la subversión en el país, mucho más que lo abordado en las últimas décadas.

La mentira y desinformación campea en nuestros días. También, la pérdida de memoria o memoria selectiva de la historia del terrorismo en el Perú. Hay en todo esto un falsete comportamiento político e ideológico al que hemos asistido en las últimas semanas discutiendo como nunca sobre la subversión en el país, mucho más que lo abordado en las últimas décadas. El año 2019 quedé asombrado cuando dos jóvenes universitarios, egresados de comunicaciones, me buscaron para asesorarlos en una investigación científica sobre la contribución del reportaje audiovisual en la construcción de memoria sobre el conflicto armado interno en el país. Al principio me rehusé, pero, luego de conocer el proyecto los alenté a culminar y sustentar la tesis. Ese estudio sobre la guerra interna iniciada por Sendero Luminoso en 1980 es una isla por el tabú imperante. Por ello es necesario ventilar las investigaciones de la peruana Cecilia Méndez, en torno a la historia del terrorismo en el Perú, publicado recientemente en el libro The Cambridge History of Terrorism. De los tres temas que aborda, uno de ellos está dedicado al papel que jugó, desde su fundación en 1930, el Partido Aprista Peruano (PAP), tras la caída del dictador Augusto B. Leguía, el presidente que mandó al exilio al joven Haya de la Torre, siete años antes, en 1923. Meneses cita, a partir de la página 440, algunos datos del historiador Iñigo García Bryce, que, probablemente, no gustará a muchos apristas: “el APRA se dedicó desde sus inicios simultáneamente a las acciones armadas y a la política electoral”, sostienen los historiadores.  Aclaran que varios de sus colegas restan importancia a lo primero porque no es una faceta gloriosa del PAP. Al APRA se le atribuye el asesinato, en 1933, de un presidente en ejercicio, Luis M. Sánchez Cerro. En 1935 caen abatidos por un militante aprista, el director del diario El Comercio, Antonio Miro Quesada y su esposa María Laos. En 1945 dos militantes apristas fueron condenados por asesinar al director del diario La Prensa, Francisco Graña Garland. En 1948 el APRA dio un golpe de Estado, en alianza con oficiales de la Marina, contra el entonces presidente José Luis Bustamante y Rivero. Las palabras de Haya, citadas por García Bryce resumen el paisaje histórico de entonces del APRA auroral: “Correrá más sangre aprista. La lista inmortal de nuestro martirio crecerá, el terror comenzará de nuevo su odiosa tarea”. Haya lanzó esta frase el mismo día que Sánchez Cerro asumía la presidencia del Perú. Sus palabras serían proféticas pues el terrorismo de Estado se cebó con el APRA. Y el APRA respondió. ¿La escopeta de dos cañones?



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