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Por: Redacción La Industria

TRUJILLO

Publicada el 10/08/2020 - 10:19 AM

[EDITORIAL] Un drama heroico


Miles de familias están sufriendo el drama de perder a un familiar a causa del coronavirus.

El excelente reportaje publicado ayer en el suplemento ‘enfoque’ de nuestro Diario es más que el texto de Wilder Acosta Huaylla y las fotografías de Iván Orbegoso. Es la demostración de cuán precarias son las condiciones en las que se desenvuelven los trabajadores que realizan esa labor, en este caso de una funeraria local, y el heroísmo anónimo que asumen esas personas al recoger los cadáveres de las víctimas del Covid-19. Algo que no tomamos en cuenta en el registro de ese proceso.

Es la constatación, además, de que la pandemia ha golpeado con más fuerza a los peruanos de escasos recursos. Las estrategias que ponen en marcha los recogedores de cadáveres y las que echan a mano los familiares son igualmente conmovedoras Ninguno puede afirmar que estará a salvo de los contagios porque el sistema de salud no acompaña ni brinda ayuda o respaldo en este proceso. Está todo librado, como se dice, ‘a la de Dios’. ¿Habrá alguien a quien se le haya ocurrido incorporar a esos hombres, curtidos durante meses en el dolor y la resignación de ver cómo mueren sus similares, al sistema de salud y sanitario de cuyo engranaje deberían ser eslabones imprescindibles?

Tal vez sí, tal vez no. Lo cierto es que, además de ello, hace falta brindar a esas personas el soporte psicológico requerido para que no arrastren consigo las secuelas de una labor dura que merma el estado de ánimo y que baja las defensas emocionales. Luego de que este drama transcurra, ¿qué será de la vida y de la labor de esos trabajadores esenciales? Mucho ojo que ellos son los que salen en el reportaje. Están también los otros.

Aquellos que trabajan en el sistema de salud público formal y que desempeñan una labor igualmente valiosa y anónima. Pero están asimismo quienes realizan esa labor desde la precariedad más absoluta, aquellos que recogen los cadáveres de las víctimas que no llegaron nunca a informar de sus contagios, cuyas familias están al margen de toda formalidad porque carecen de seguro social y, mucho menos, dinero para adquirir medicinas.

El drama pone en evidencia, además, el incumplimiento de los protocolos sanitarios establecidos formalmente, o su cumplimiento parcial. Todos los que laboran en esa actividad son presas del miedo al contagio. Algo que debiera aminorarse porque su labor es esencial y porque no hay mejor compensación a la labor que desempeñan que hacerles las correspondientes pruebas de descarte. Solo de esa forma podríamos contribuir a que esas personas continúen realizando una actividad que muchos no están dispuestos a hacer.


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