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Por: Redacción La Industria

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Publicada el 23/05/2020 - 12:25 PM

[Opinión] The EX - Files, por Cecilia de Orbegoso


¿Por qué tanto empeño en abrir ese innecesario archivo llamado the EX -files? Si él tiene un pasado y yo también, ¿por qué dejamos entones que persistan en el presente?

Para mi es casi imposible concentrarme en una sola cosa, y durante esta “activa” cuarentena, mis sesiones de estudio se volvieron lo más parecido, en mi calendario, a una clase de aeróbicos. Me sentaba, abría la laptop y ni bien terminaba de prender ya nuevamente me estaba levantando. Probablemente, al día, hacía más de cien de esas “sentadillas”. En lugar de steps, subía y bajaba escaleras, y no hubo mejor cardio que las infinitas veces que fui de mi cuarto a la cocina. Pero sin duda alguna, lo que se llevó el premio como la serie de ejercicios con más repeticiones fue mi peculiar sistema de pesas: celular arriba, celular abajo.

Esas clásicas llamadas para dar señales de vida y, cómo no, intercambiar uno que otro chisme pasaron de ser un entrenamiento casual a volverse una rutina de calidad olímpica. De paso aprovechar y ver qué hay de nuevo en Instagram, ponerlikes, hacer swipe up, participar en un concurso que sé que nunca voy a ganar, entre otros. Justo en medio de mi religiosa rutina de brazos apareció en mi pantalla el meme de un puesto en un mercado con el mensaje siguiente: “mantenga su distancia, así como si su ex estuviera en la fila (con su nueva pareja)”. Inmediatamente reenvié esa joya a varias amigas, incluida mi querida prima Carolina, que necesitan no solamente leer mensajes así, sino también ponerlos de fondo de pantalla.

Hace un par de años Carolina, muy contenta, presumía de novio nuevo, y como escoba nueva siempre barre bien, ella naturalmente estaba fascinada. Se encontraba en esa dulce etapa en la cual quería que el presente que estaba viviendo se proyecte rápidamente a un futuro de a dos, sin reparar que en su fórmula de tiempo ideal no había incluido aún un componente vital: el pasado. 

Todo su delicado sistema colapsó cuando una perversa amiga le preguntó a Carolina si no le preocupaba “la ex” y ella, con un poco de miedo de pecar de incauta, le confesó que nunca se lo había cuestionado. Acto seguido se enteró de que su querido Bernardo no había estado libre de pena: lo habían engañado, había sufrido, había perdonado, y luego, lo habían dejado. Todo esto por una misma mujer. ¿Qué tanto la había tenido que querer para que le haya costado tanto perder? Y no pudo evitar preguntarse lo siguiente ¿Aún la querrá? Y peor aún, ¿La querrá más a ella que a mí?

Al ser de distintas generaciones no se habían cruzado físicamente antes; pero Carolina, muy curiosa, había revisado de cabo a rabo todo su historial virtual. La primera vez que logró ver a la ex en 3D, además de llenarse de inseguridades, no pudo dejar de intentar descifrar alguna pista o señal del efecto que su presencia había dejado en Bernardo.  

Eventualmente la famosa ex se mudó a Barcelona, y cuando Carolina pensó que al fin la divina providencia había caído sobre ella, se enteró de que Bernardo había recibido una carta de aceptación para el IE, una maestría en Madrid a la que había postulado. A pesar de haber sido un muchacho muy bien comportado, Carolina en su cabeza ya estaba armando dramas del nivel de Corín Tellado: ¿Será que se verán? ¿Ella le tocará un día la puerta? ¿Será que él aun no la ha superado? Como dirían, ella sola se hizo harakiri, ya que lo único que causó fue tensión en una relación por lo demás perfectamente estable y con ello llegar al desenlace obvio: Bernardo y ella se pelearon.

Se acercaba la navidad y ese año mis papás, hermanas y yo decidimos pasarlo en París. Al verla tan triste le sugerí que venga con nosotros. Cuando pudimos abandonar a la manada, una tarde solas las dos en Café de Flore, me dijo que se arrepentía de la novela que ella misma había creado, ya que por meterle tanto drama a la historia se había terminado quedando sin rating.

Yo por mi lado, que en esos momentos no tenía ningún moro por mi costa, estaba más preocupada por el itinerario nocturno. Cuál buenos amantes del afterparty, después de comer en familia, mis papás, hermanas y yo, listos para seguirla, esperábamos con ansias recibir lo que nos deparara la noche. Carolina, dado sus bajos ánimos, fue bastante difícil de convencer, pero una vez a bordo nuestra primera parada fue un bar de jazz en Saint Germain.

Dice la leyenda urbana que no tienes que ver un fantasma para darte cuenta de su presencia, ya que cuando este de verdad aparece, tu cuerpo lo siente, se te ponen los nervios de punta y se te paran los pelos hasta de la espalda.  Una vez instalados y con trago en mano, Carolina sintió algo extraño, volteó la cabeza y vio, radiante y felizmente casada, a la ex de Bernardo. Había creado una novela en vano, y después de dar tantas vueltas sobre un eje inexistente fue el destino, sabio y caprichoso, el que le mandó a Carolina la necesaria señal de que el único impedimento para su felicidad no había venido de nadie más que de ella.

También dicen que para que el fantasma se vaya tienes que aceptar su presencia y confrontarlo directamente, pero ¿qué pasa cuando esos fantasmas no son otra cosa que una creación nuestra? ¿En qué momento nos damos cuenta que es a nosotros mismos a quienes debemos confrontar? Además, ¿Por qué tanto empeño en abrir ese innecesario archivo llamado the EX -files? Si él tiene un pasado y yo también, ¿por qué dejamos entones que persistan en el presente? ¿No será que hay algunos archivos que probablemente no valga la pena desempolvar?


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