El tema de los benditos bloqueadores de señales de celular no debería perseguir a Daniel Marcelo Jacinto a lo largo de sugestión municipal. No conviene que así sea porque ya sabemos lo que ocurrió con el caso ‘Escuadrón de la Muerte’ con su antecesor en el cargo de alcalde provincial de Trujillo. Hasta la fecha, Elidio Espinoza Quispe sigue acechado por los fantasmas. Marcelo Jacinto debería tener un buen pasar en el municipio provincial, sin los sobresaltos que el caso de los bloqueadores lo sacudirán. Pero más derecho a la tranquilidad edilicia y, por tanto, a una positiva gestión municipal tenemos los con ciudadanos de Trujillo, que depositamos nuestra confianza en las autoridades, hayamos votado por ellas o no. 

No obstante, mucho tememos que a Marcelo Jacinto ese tema lo tendrá atenazado durante un periodo no muy corto. Y es que hay demasiados pasivos en esta donación que no deja de sorprender a cualquier lego en la materia que analice las cosas como se debe: apenas con sentido común. Como justificación, Rebeca Rocío Verde Cenas, excoordinadora del almacén de la municipalidad distrital de La Esperanza, indicó que no se siguió las formalidades debidas porque la donación iba a ser para el penal El Milagro, lo cual no significaría necesariamente que los bloqueadores no hayan ingresado. 

Sin embargo, hay un vacío que no se nos explica: si esos aparatos no iban a ingresarse de manera formal porque no había forma material de hacerlo, ¿cuál era el procedimiento a seguir para su correcto? Lo apuntamos porque se trata de material tangible, real, con un volumen, unas dimensiones y un peso determinados que ocupan un espacio. No son intangibles ni inmateriales, tenían que quedar registrados. ¿Existía esa forma de registro? Presumimos que sí. Y si no existía, queda también una enorme interrogante: ¿por qué se permitió entonces su ingreso irregular (por decir lo menos) a los almacenes de un municipio que no había diseñado un protocolo para tales eventualidades? Cabe anotar que este protocolo no lo tiene hasta la fecha ninguna municipalidad distrital ni provincial. Ahora bien, si resulta que los bloqueadores estaban inoperativoso, mejor dicho, inservibles, ¿por qué se legitimó la donación? Acá hay una gigantesca complicidad de los funcionarios con la empresa que realiza la donación; o hay, también, y sin perjuicio de lo anteriormente afirmado, una ingenuidad supina que hasta ahora no se dilucida. Todos son subterfugios, explicaciones vagas e inauditas.